domingo, 17 de agosto de 2008

y pasa el tiempo...


Cuando ya todas las hojas cayeron
y dejaron de bailar con el viento.
Cuando ya los fríos invernales
se duermen en las montañas.
Cuando empiezan a brotar los árboles
y la tibieza acaricia las tardes,
miro atrás,
y veo que otro año ya se fue.
No el calendarizado
sino el que cuento en mis pasares.
Llega y florece una nueva primavera
y el otoño sigue anidando en mí
y el hielo de mayo a agosto
encanece mi paso,
el que no se tintura, ese de adentro,
y pienso…
cuantos años quedan,
cuantas líneas vestirán mi cara,
que heridas rasgarán mi piel interna,
con cuántas cicatrices me dormiré,
y cuanto quedará de lo que fui
de lo que hice
de lo que dejé de hacer.
Pienso… y es un tormento,
ya queda menos,
quizás nada
quizás mucho tiempo.
Y yo aquí
dejando que se me escapen los momentos
con las manos como el agua
fluyendo por mis dedos
sólo atrapando lo efímero
lo pasajero,
aturdiéndome, escribiendo,
a quién y para qué
si las palabras se fugan y pierden
y dudo quede siquiera un recuerdo.